Sabiduría maya antigua

La gente campesina de mi pueblo es como la gente campesina de todo Yucatán: noble, sencilla y muy respetuosa de la naturaleza.

Muestra del ancestral respeto que el campesino maya tiene a al naturaleza esta en el trato cotidiano que prodiga a sus árboles y plantas. Un ejemplo de ello es cuando se requieren hojas de la chaya, la mujer campesina solicita autorización a la señora chaya para disponer de sus hojas y le pide no lastime sus manos con sus microscópicas espinas.

Cuando un árbol frutal no “da” fruto el plan de acción es mas elaborado: como primera medida se le debe propinar al árbol un tunda de cinturonzazos a la vez que se le explica al árbol las razones de tal medida; en la próxima cosecha este árbol deberá estar lleno de frutos. En caso de fallar será menester someter al árbol a la pena de ser ridiculizada colgándole de sus ramas botellas y trastos viejos los cuales permanecerán hasta que los frutos los reemplacen. En caso de fallar esta medida se deberá casar al testarudo árbol con un infante, en una pequeña ceremonia maya.

Muchas de las medidas que toma el campesino yucateco se basan en mitos y creencias, pero muchas de ellas lleva implícita una sabiduría que impresiona por la sencillez con la que los problemas son solucionados.

En un caso particular tuve la oportunidad de vivir: recién casado habité una casa alquilada, en el traspatio había un hermoso árbol de guanábana con un problema con sus frutos, estos se caían siendo aún pequeños. Procuré buen abono al árbol y aún así los frutos seguían cayéndose. Un albañil, campesino en otros tiempos, me aconsejo le coloque en el tronco del árbol una corona de espinos, como la que coronó la testa de Jesucristo, conseguí los espinos sugeridos, subin, cuya característica principal, además de su gran tamaño, es la de parecer un par de cuernos pequeños, los enrede al tronco del árbol y cual fue mi sorpresa al ver los frutos del árbol desarrollarse plenamente y adquirir un gran tamaño. No me podía explicar tan extraño fenómeno hasta que analizando la corona descubrí que en la parte de convergencia entre los cuernitos del espino vivía una hormiga de color rojizo cuyo alimento eran otras hormigas de color negro que eran precisamente las que ocasionaban que los frutos se cayeran tempranamente.

La tecnología moderna hubiese exigido fumigar el árbol con algún insecticida. La sabiduría maya había encontrado una solución mas racional, eficiente y muy ecológica.

El hombre contemporáneo actual tiene aún mucho que aprender de los conocimientos que como tradiciones han pasado de generación en generación en las razas autóctonas y que hoy ante los profundos cambios corren en peligro de perderse para nunca mas ser recuperados.

 

Pedro E. Gorocica Orozco

 kanasinero@yahoo.com

Kanasin, Yuc. 6 de abril del 2001



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