Cuando nació su hija le
quería poner de nombre “Patricia” pero su esposa se opuso, la lucha de razones
y argumentos para apoyar esta decisión fue abatida por su pareja y viceversa,
pero al final, como siempre, la mujer gano la partida y le pusieron a la niña
por nombre “Orlanda”. ¿Y tu como vives
tu locura política?.
La historia anteriormente
narrada es tan solo una mas de las que actualmente se viven en la vorágine del
proceso político..
Durante mis intervenciones
en este rotativo he evitado escribir de política, ya hay muchos, quizá
demasiados, analistas políticos que lo hacen mejor que yo, en ves de ello he
dedicado mi entusiasmo a personas, guisos, obras y hechos que hacen a mi pueblo
único e irrepetible.
Pues bien hoy tampoco lo
haré, hoy hablare de un señor que recibió desde su misma concepción un don que
ha compartido con nosotros y que ha influido en el tamaño de nuestras barrigas.
También hablaré de un tema el cual me considero docto pues lo domino a la
perfección y que la enorme mayoría de mis paisanos también la domina: la
comida.
Durante muchos años Don
Donato Herrera, cariñosamente llamado
Don Mot, privo al pueblo de los placeres que emanan de sus manos. El producto
de su cocina lo vendía en el marcado Lucas de Gálvez de Mérida donde se dirigía
diariamente a bordo de su hermoso automóvil Chevrolet, modelo de los
cincuentas, color verde. Le decíamos el “Avispón Verde”. A mi me gustaba mucho
ese vehículo.
Actualmente y para nuestro
beneplácito su venta la hace en la puerta de su casa, frente al parque
principal.
Mientras aún duermo en mi hamaca de algodón con la
boca abierta, a las cinco de la madrugada Don Mot inicia el día ofreciendo a
los comensales sus delicias culinarias dignas de un verdadero rey: Mondongo
kabic, capaz de resucitar a un muerto, acompañado de pan francés o tortillas
calientitas. Con mucha cebollina y chile habanero cortado en rodajas
Pero el autentico guiso
majestuoso de Don Mot son los rabos alcaparrados. Comerlos equivale a visitar
el cielo sin permiso de Dios. Esta es
la manera mas deliciosa de cometer el pecado capital de la gula. Ignoro si Dios
perdona comer en exceso los rabos alcaparrados, si el los probara seria la
excepción a su regla.
Si no le platico de la
cantidad de triglicéridos y de colesterol que ingresa al cuerpo en cada ingesta
es porque la regla “si es sabroso es dañino” se cumple al pie de la letra en
este caso.
A las siete de la mañana ya
Don Mot ha agotado su producto. La horda de hambrientos comensales, verdaderos
rabo-dependientes kanasinenses han realizado su deporte favorito por excelencia: la buena comida.
Larga
vida a Don Mot y a sus platillos. Provecho.
Pedro
E. Gorocica Orozco
kanasinero@yahoo.com
Kanasin, Yuc. 22 de mayo del 2001