¿Y aún así dicen que tiempo pasado fue mejor?

 

En mis años de soltero nosotros, los jóvenes del pueblo nos reuníamos los fines de semana en el parque principal a platicar con otros jóvenes y mientras se disfrutaba de cantidades importantes de pepitas de calabaza que Doña Juanita, hoy dolorosamente extinta, vendía, lo acompañábamos con decenas de naranjas de china los cuales en muchas ocasiones se convertían en proyectiles que se impactaban en la jeta del mas pesado del parque lo que degeneraba en golpes ante la complacencia del único policía que creíamos había en todo el municipio, no se cual era su verdadero nombre pero le decían Kauricio, es probable que hubiera otros pero jamás daban la cara..

Todo lo anteriormente platicado era en medio de un ruido endemoniado que hacían los altavoces del cinema del pueblo y de las ingeniosas ocurrencias de don Justino Rosales (a) “Chispas”: A viva voz decía : “Traiga a su mamá a pasar una noche con el Santo”, tenia una facilidad impresionante para anunciar muertes inexistentes y espantar a los familiares.

Entrábamos al cine a la función que siempre era doble a gritar a coro ¡santo¡, ¡santo!, ¡santo!. Sudábamos las luchas, odiábamos al malhechor y nos deleitamos con la dama de la película, acompañábamos la función con  tostadas aderezadas con tomate y queso blanco que en realidad sabían a harina con ligero sabor a queso (al paso de los años me entere que en realidad era exactamente eso: harina  con queso en proporción 90/10).

A la salida con las espaldas destrozadas por los asientos de madera que se hundieron en la región lumbar durante mas de tres horas, nos quedábamos en el parque a vernos las caras y a lamentarnos de haber gastado mas de lo debido.

A veces se hacia una colecta y se compraba una botella del licor mas barato que existía. Lo tomábamos entre 20 y fingiendo una profunda borrachera nos íbamos a descansar.

En otras ocasiones organizábamos partidos de futbolito, organizábamos concursos de escupitajos o de a ver quien tira mas lejos la colilla de su cigarro.

En el otro extremo del parque el grupo de niños bien platicaba siempre de lo mismo: fútbol y hacían fiestas con las botas de chel burro compradas en Brownsville. Texas, cuando en realidad fueron fabricadas en Hunucmá.

Se que ese era un estilo de vida no muy edificante pero aún así la recuerdo con nostalgia, fue así como forje mi espíritu, construí las bases para mi futuro y su recuerdo no lo cambiaria por nada.

 

Pedro E. Gorocica Orozco, kanasinero@yahoo.com

Kanasin, Yuc. 2 de mayo del 2001



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