Canasta de recuerdos

 

Cuando lo conocí me pareció un hombre excepcional, lo escuche cantar a capela la hermosa canción de Lara: “granada”. Me encontraba en nuestro añoso parque principal, ante las primeras notas, nosotros, los entonces jóvenes y las entonces señoritas (algunas y pese a su ufana voluntad permanecen igual) callamos y disfrutamos del improvisado concierto al aire libre. Pregunte a alguien - ¿Quién es?, me respondió, - “Dei”, supongo que puse cara de What, “Andrés Salazar” me aclaro.

Aquella no fue la única vez que lo escuche cantar, en otras ocasiones Dei nos regalo su gran voz, pero fue aquella primera vez la que recuerdo con mas agrado.

El mote de Dei deriva de Andrei, que se convirtió en Drei y por último Dei, supongo que en unos años debería convertirse en “Ei” o en solamente “I’”, nunca lo sabré. La semana pasada, el jueves 8, Dei se marcho a aquel viaje del cual nadie regresa.

Al marcharse dejo una familia y muchos amigos. La familia lo extraña, los amigos lo añoramos. La familia lo llora, los amigos aún nos reímos de su buen humor y de su muy peculiar forma de ver la vida.

Hombre de estatura media, de rasgos medios, de cultura media y de mediana situación económica. Muy por arriba de la media: su barriga, su gran voz y su sensacional ingenio. Era grandioso en su maravillo canto, en su agudo ingenio y en su perfectamente redonda barriga. Como comía Dei y como divertía escucharlo hablar.  “Que tiene esa barriguita”, le cuestionábamos, el respondía –“Pura miaidita”.

No lloré su muerte, pocos le lloraron, vivió su vida con intensidad, la disfruto a diario. Su muerte fue tan solo una mas de sus bromas.

Hoy descansa en el cementerio municipal los despojos de Dei. Pero él no ha muerto, cada vez que recordamos sus aventuras vive aunque sea un poco. Hasta siempre Dei.

 

Pedro E. Gorocica Orozco

Kanasin, Yuc. 14 de febrero de 2001



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